PLAZA DEL CASTILLO
LA PLAZA DEL CASTILLO está en el centro neurálgico de la ciudad. Se trata de un cuadrilátero imperfecto de 14.000 metros cuadrados que ha sido y sigue siendo escenario de los principales acontencimientos de la vida de Pamplona: Corridas de Toros hasta 1844, Batallas, Torneos, Mercado, Paradas Militares, Concentraciones Políticas y Populares...
De esta Plaza surgen muchas de las callejuelas estrechas del Casco Viejo de Pamplona. Está rodeada por casas que en su mayoría datan del siglo XVIII en las que destacan balconadas, torretas, áticos y ventanales.
EL KIOSKO
Está situado en el centro de la Plaza y fue instalado el 28 de Junio de 1943. Sustituyó a otro de madera de 1910, que sustituía a su vez a la fuente dieciochesca de la Beneficiencia, obra de Luis Paret, cuyo ornamento principal era la estatua de la Mariblanca, hoy en la Taconera. Ha sido restaurado recientemente.
LUGAR DE ENCUENTRO
LA PLAZA DEL CASTILLO es un típico lugar de reunión para los Pamploneses: para ir de compras, de copas, para sentarse a leer o a mirar pasar la gente. Le llaman "el cuarto de estar de los Pamploneses". Alberga numerosas terrazas y cafés, algunas de ellas emblemáticas, como el Café Iruña, el Casino Principal o el Casino Eslava.
CABALLO BLANCO
Éste es sin duda uno de los rincones con más encanto de la ciudad, un bello lugar para el paseo junto a la Plaza de San José y la Catedral. Constituye la parte más alta del Bastión del Redín, donde se levantaba antiguamente un palacio del que sólo se conserva la Cruz del Mentidero, lugar de ejecuciones que data de 1500.
Las vistas son consideradas como las mejores de la ciudad, se pueden ver los barrios de la Rochapea, Chantrea y San Jorge, y al fondo el monte San Cristóbal con su fuerte abandonado en la parte más alta.
El Bastión del Redín se consideraba el mejor punto defensivo de la ciudad y el más inaccesible de todo el complejo amurallado. Al tener una forma estrellada con tres puntas, los cañones podían cubrir todos los ángulos de tiro. En cada extremo de la estrella hay una garita de diseño renacentista, iguales que las de la Ronda Barbanzana.
Durante los siglos XVI y XVII la muralla se reforzó con nuevas construcciones, había que adecuar el aparato defensivo a los nuevos tiempos y aparatos bélicos. Así, a los pies del bastión se excavaron fosos y se levantaron nuevas fortificaciones, como el Baluarte Bajo de Guadalupe, y más abajo aún, se encuentra el Revellín de los Reyes, una fortificación triangular cuya misión es dividir a la fuerza atacante y proteger los muros mediante un fuego cruzado.El MESÓN DEL CABALLO BLANCO es el otro punto clave de este rincón. Antiguamente se ubicó aquí una hospedería de peregrinos y hoy es un establecimiento de hostelería. Su nombre era el de una antigua posada de la calle Mayor. El actual edificio fue levantado en los años 60 con los restos del Palacio Medieval de Aguerre, que fue derruido en la calle Nueva. En la terraza exterior del Mesón se pueden disfrutar conciertos al aire libre en verano.
Por su proximidad al Camino de Santiago, que entra a la ciudad por el Portal de Francia y sube por la calle del Carmen, es un lugar muy frecuentado por los Peregrinos, que se toman aquí un merecido descanso.
PASEO DE RONDA
Desde este punto, a orillas del Arga, podemos ver el Rebellín de los Reyes, a los pies de la muralla. Lunetas, contraguardias y rebellines se construyeron a partir de finales del siglo XVII para reforzar la fortificación y adaptarla a los nuevos inventos y armas bélicas, que precisaban reforzar los flancos más expuestos, creando nuevos espacios de protección y ataque.
Sobre el lienzo de la muralla se alinean las viviendas del Burgo medieval de San Cernin, en una bella composición en tonos pastel. Y frente a la horizontalidad del paramento destaca un gran edificio, el antiguo Palacio Real, hoy rehabilitado por Moneo como Archivo General de Navarra. Fue mandado construir como residencia real por Sancho VI el Sabio, hacia 1190, en tierras que le fueron cedidas por los habitantes de la Navarrería, en agradecimiento por los privilegios concedidos en 1189 para la repoblación del burgo. La fortaleza contaba también con huertos y jardines.Hacia la derecha, la trasera del Museo de Navarra, y más allá, el Portal Nuevo, una obra de Victor Eúsa que permite el paso hasta los Baluartes de Gonzaga y Taconera. Sobre éste último baluarte y sus fosos se extiende el Parque de la Taconera, un hermoso jardín de estilo francés, el más antiguo de la ciudad (1830). Aquí se encuentra un zoo y algunos de los árboles más singulares de la ciudad, como el espectacular ejemplar de Sófora Japónica junto al Café Vienés, un coqueto establecimiento con una amplia carta de tés y cafés. Hay también célebres esculturas, como la Mari Blanca, diseñada por Luis Paret en el siglo XVIII o la estatua de Julián Gayarre, levantada en 1950 por Fructuoso Orduna y Víctor Eusa.
Desde aquí podemos acceder a la ciudad recorriendo el Camino de Santiago, que avanza desde el Puente de la Magdalena y atraviesa el Portal de Francia, para llegar por la calle del Carmen a la vieja ciudad de la Navarrería.
RONDA BARBAZANA
Tras atravesar las estrechas e intrincadas calles del centro histórico pamplonés, la ciudad súbitamente se abre en este gran balcón sobre las murallas, entre el Rincón del Caballo Branco y el Baluarte del Redín. La vegetación y las vistas que rodean la urbe acompañan al caminante mientras sigue el curso del paseo por la línea amurallada, llamada así en honor del obispo Barbazán. Este lienzo de la muralla protege la parte más sagrada de la ciudad: el Palacio Arzobispal y el Claustro, la capilla Barbazana y la cabecera de la Catedral de Santa María.
A lo largo del paseo se encuentran un par de garitas y bancos renacentistas, y las gárgolas y contrafuertes de la trasera de la Capilla Barbazana, la dependencia claustral más antigua, con una bellísima bóveda gótica octogonal que guarda los restos de Arnaldo Barbazán (1319 - 1355).
A la altura del Baluarte del Labrit, en la tranquila Plaza de Santa María la Real, está el Palacio Arzobispal, un excelente edificio barroco, construido en el lugar donde se ubicaba la judería medieval.
Aunque la primera mención histórica de un obispo en Pamplona data del III Concilio de Toledo, la Diócesis no conseguirá continuidad hasta el año 829, con los primeros intentos de crear un reino pamplonés. Tras la estabilización de las fronteras del Reyno de Navarra, a principios del siglo XIII, seis diócesis se distribuyen por el territorio. Entre 1512 y 1515, con la incorporación de Navarra a la Corona de Castilla, la de Pamplona sufrió profundos cambios. En 1784 se crea una sede episcopal en Tudela, cuya administración asumirían los obispos de Tarazona en 1858.
En 1955 se integraron en la sede pamplonesa 13 parroquias de la Ribera Tudelana. Al año siguiente, Pío XIII elevaba a Pamplona al rango de Archidiócesis. En 1984 Juan Pablo II uniría de forma definitiva las Diócesis de Pamplona y Tudela, dando el título de Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela al mismo prelado. Éste es uno de los más privilegiados balcones de la ciudad, en esta ocasión hacia su vertiente noreste. El río Arga forma un meandro en la parte inferior de este paseo, entre Larraintzar y el Puente de la Magdalena, que acoge huertas, granjas y cercados con caballos y vacas, en una de las zonas más sugestivas y campestres del Parque fluvial, con el Monte San Cristóbal como telón de fondo.
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